martes, 6 de abril de 2010

Disculpen que no me levante


Nos reunimos los fines de semana, antes del domingo, estúpido domingo, el día más triste y pesaroso.
El domingo es un día clausurado: la realidad está ahí, sin esperanza, sin adornos, es decir, sin arte. A lo sumo se puede dormir un rato más, entre el ruido de la ducha del vecino, del ascensor cargado de niños (los niños están sueltos los domingos, y nadie sabe qué puede ocurrir con tanta explosión de hormonas) o del teléfono, que siempre suena para anunciar un aniversario olvidado o la enfermedad de la tía abuela que entre otras cosas, ya tiene ochenta años.
Cuando uno tiene la irremediable comprobación de que el apartamento es pequeño para cuatro personas, de que la falta de espacio crea hostilidad, de que se puede comer paella, o cordero al horno.
El peso de la realidad, eso es el domingo.

1 comentario:

  1. el domingo es la oveja negra de la semana, un poco como el lastre de la familia, que ni hace nada, ni come ni deja comer. Menuda garrapata..

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